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domingo, marzo 15, 2015

GEVP quiere revancha

Por Luis Desimone
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Un dato que pinta de cuerpo entero a Emmanuele Quintans, entrenador de GEVP. Hace dos años, convenció a su mujer Mariela de aprovechar las vacaciones e ir por quince días a Croacia y Serbia con el fin de poder visitar clubes y observar metodologías de trabajo en esos países balcánicos.
“En Croacia fui primero al KK Splitz, equipo donde entre otros, salieron Toni Kukoc y Dino Radja. Me presenté, y cuando les dije que era argentino, comentando la razón de mi viaje, que por sobre todo estaba en aprender de ellos, me recibieron sorprendidos, agradecieron la deferencia, y no solo participé de sus entrenamientos, sino además, recibí entradas para ver un partido de la Super Liga”.
Quintans es un joven entrenador nacido en el club de Villa del Parque; su casa materna está ubicada a pocas cuadras, y allí se inició en este deporte a los siete años, llegando a jugar hasta la categoría sub 23. Tras un par de temporadas en Defensores de Santos Lugares, bajo las órdenes tácticas de Lalo Fronteiriz, retornó a Parque, y comenzó su carrera como entrenador, que lo tuvo como asistente de Guillermo Lepratto y Horacio Pacheco, hasta hace tres años, cuando la dirigencia del club decidió confiarle el manejo del plantel superior.
Y con esa responsabilidad, el equipo fue mutando, sufriendo descensos, primero en el TNA y posteriormente en el TFB; como si no bastara, en 2013 tuvo un cruce eliminatorio con Ciudad, donde salió indemne, para luego cruzarse con Las Heras en un repechaje por no descender. El suplementario lo vio mejor parado, y pudo mantener la categoría. Allí comienza otra historia, que deposita a GEVP en la final del pasado Prefederal, cayendo en tres juegos ante River Plate.
“Apenas comenzado el 2014, nos juntamos con la subcomisión de básquet, donde planteamos que era momento de armar un plantel competitivo con el propósito de no estar más en situaciones tan angustiantes. Fueron cuatro años de palos y palos, donde solo participábamos por no descender. Había llegado el momento de cambiar roles, y enfocar la vista a objetivos superadores”, cuenta Quintans en la sala de reuniones de la entidad, una tarde con calor agobiante, poco antes de comenzar la jornada de entrenamientos con los juveniles.
“En ese plan presentado, la idea era buscar gente identificada con la camiseta, con pasos previos por la institución; trajimos siete mayores – Daniel Chaher, Emmanuel Ravera, Gastón Mastrocola, Nicolás Suárez, Gastón Castro, Juan Ignacio Catalano y Leandro Rimbaud -, y sumado a los juveniles, decidimos en conjunto ser parte del Prefederal, un torneo donde considerábamos como exitoso insertarnos en play offs. Después de mucho tiempo peleando abajo, eso era un logro positivo”
El comienzo no fue el más auspicioso. Cuatro derrotas y apenas dos victorias traían recuerdos no tan lejanos de quedar fuera de la pelea grande prematuramente. “Pero yo tenía confianza en ese plantel; estaba convencido que al transcurrir la competencia nos iríamos ensamblando, y los jugadores determinantes aparecerían”.
Y esos jugadores a los que hace referencia, asomaron en el momento justo, cuando el fixture indicaba visitar a Club Morón, con un Maxi Stanic haciendo de las suyas, potenciando a su equipo como candidato a clasificar.”Ese cotejo fue bisagra. Haber ganado, y el modo como se obtuvo, jugando tácticamente un partido perfecto, nos potenció, y desde allí tuvimos una racha que nos instaló en cuartos de final”. Aquella noche el Nana Mastrocola tuvo una gran faena en el marcaje al base local, el Turco Chaher fue una pesadilla convirtiendo, el Negro Suárez fue implacable con los jóvenes pivots que le pusieron enfrente y el Gallo Ravera desplegó toda su sapiencia, además de convertir dos triples desde ocho metros demoledores que sepultaron toda esperanza rival por revertir la situación.
“El Gallo fue al primer jugador que busqué cuando me dieron la posibilidad de dirigir la Primera; hacía tres años no jugaba, y le dije te necesito. Es mi fuente de consulta permanente, un líder positivo y muy respetado por todos sus compañeros. Los jugadores ven dentro del rectángulo cosas no percibidas por los entrenadores, por eso era indispensable en ese armado estratégico. No me da verguenza admitir que me apoyo en él en momentos donde necesito planificar ciertas jugadas. Todos mis jugadores dieron un poco más, y en esa combinación, se conjugaron factores que nos permitieron clasificar en un grupo donde en principio desconocíamos a los rivales, pero cuando se dieron a conocer las plantillas, vimos que sería una zona muy compleja”.
No ahorra elogios hacia sus dirigidos. No solo Ravera es destinatario de sus palabras; cuando se refiere a Nicolás Suárez, habla de un “tipo ganador, compenetrado en hacer lucir a sus compañeros. Se autodeclaró como el mejor asistidor del plantel, y razón no le faltaba. El Turco lo ama, porque lo sacaba siempre solo en las cortinas. Hablaba siempre, ordenaba a todos, ponía al servicio del equipo su sabiduría, despojado de todo egoísmo”.
Con respecto al Turco, reconoce algo que todos saben: “Teniendo a Dani en buena forma, no había modo de no pelear por cosas importantes. Jugó un torneo impresionante, fue nuestro jugador más valioso”.
En ese grupo de la muerte, donde quedaron afuera Morón, GEBA y Obras, los cuatro clasificados fueron quienes dirimieron las semifinales.
Los playoffs hallaron a GEVP como la criatura admirada de los entrenadores; un conjunto solidificándose con el transcurrir de la competencia, hallando el punto óptimo en instancias claves. Cinco partidos ganados de manera consecutiva lo pusieron a un solo juego de obtener el torneo frente al candidato de todos, River. Previamente barrió las series ante José Hernández y Huracán de San Justo, rival que lo había doblegado las dos veces en fase regular. “Cambié algunos conceptos para no repetir errores anteriores; principalmente en defensa, donde remarqué dejar venir a los pivots pero imponer presión a sus perímetros, donde radicaba su fuerte, con los hermanos Cuello (Matías y Martín) y Eric Flor en la conducción, quien generaba todo el juego”.
La primera final Parque rompe todos los pronósticos previos y con una gran noche de Chaher, anotando 32 puntos, se queda con el juego. Luego, el Millonario se calzó el traje de candidato, y venció sin atenuantes, quedándose con el título de campeón.
“Habíamos llegado a la final, teníamos que disfrutarla. Y si bien cuando estás ahí querés más, la realidad indicaba que habíamos superado todas nuestras expectativas previas. Como hombre nacido en el club, ver el marco de nuestra hinchada, alentando en una instancia importante, me puso muy feliz, luego de varias tristezas deportivas”.
Esa final le posibilitó participar del Federal, pero GEVP decidió bajarse. “El club no esperaba que llegáramos tan lejos. Además existieron otros factores, como una deuda dejaba tras la participación en el TNA, y un cambio dirigencial donde se apuntó a destinar un porcentaje mayor de dinero en infraestructura, ordenando las finanzas del club. Estuvimos hasta último momento buscando sponsors que pudieran financiar la campaña, pero bueno, no se pudo. Seguramente el club volverá a tener oportunidad de competir nuevamente en niveles nacionales. Entendí la situación, y comprendí que no podía hipotecarse las finanzas por un torneo de básquet”.
Y ahora, un 2015 donde el anterior finalista volverá a ser protagonista.
Por lo que significa GEVP en el básquet metropolitano, no puede faltar en la competencia más importante, por eso seremos parte del Prefederal. Y si bien el presupuesto es más acotado, intentaremos repetir una buena actuación, ser protagonistas.
Cuando se le pregunta qué sucederá si nuevamente acceden a la plaza de clasificación al TFB, Quintans sonríe y deja la duda: “Veremos…”.
La base del plantel se sustenta en jugadores probados. Chaer, Ravera, Mastrocola, sumado a los jóvenes del club compitiendo en el TOP 20 y un par de refuerzos con los que se tiene todo arreglado pero por respeto a las instituciones donde están actuando prefiere no dar a luz sus nombres.
Profesor de Educación Física, recibido en el Romero Brest, amante de cenar con amigos, escuchar a Fito Páez y Queen, además de ávido lector, Emmanuele tuvo un 2014 pletórico de alegrías; la más grande sin dudas, la llegada a su vida de Lara, fruto de la unión con Mariela, su mujer de toda la vida, a quien conoció en el club un verano mientras ella practicaba natación, dieciséis años atrás. Hace cinco que conviven, a pocas cuadras de lo que sin dudas es su segundo hogar. “Lara me cambió el sueño, duermo poco”, expresa con el rostro iluminado por la felicidad cuando se refiere a su pequeña hijita.
De aquel viaje por Croacia y Serbia, rescata “los entrenamientos, una locura donde durante dos horas los cadetes e infantiles practicaban trabajos individuales con una intensidad tal que algunos concluían tirados en el suelo agarrándose la panza del dolor. Me gusta aprender, por eso aproveché esa posibilidad. Estuve también en Partizán y Estrella Roja. No es casual los jugadores que sacan, están desde los siete años haciendo técnica individual, y son muy responsables. Por darte un ejemplo, están 20 minutos ensayando un cambio por delante, y durante ese tiempo, no bajan el ritmo un segundo. Acá, con el mismo trabajo, a los cinco minutos la tiran para arriba, empiezan a hacerse bromas. Culturalmente estamos años luz. Pero igual comprendí nuestra riqueza, al poder jugarle de igual a igual”.
Deja un espacio para describir las secuelas de la tristemente célebre Guerra de los Balcanes, especialmente en territorio serbio.
Si bien considera al club su casa, un día partirá. “Aquí hay un techo, y en mi mente tengo otros objetivos. Son muy joven aún, y tendré tiempos de concretarlos”.
Mientras tanto, trabaja con vista al próximo Prefederal, donde con su equipo intentará nuevamente dar el zarpazo e instalarse entre aquellos que pugnen por coronarse campeón.

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