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sábado, noviembre 28, 2009

Los extranjeros más excéntricios de la Liga, hoy: RICHIE ADAMS

Esta sección que inauguramos hoy pretende contar los inicios, la historia y la vida, no solo deportiva, de los extranjeros que pasaron por nuestra Liga Nacional.

Durante el desarrollo de la 3ra. Liga, Deportivo San Andrés contrató en 1987 a Richard (Richie) "The Animal"Adams, ala pivote de 24 años que había egresado como una estrella de la Universidad de Nevada Las Vegas. Por entonces, no sabíamos muy bien por qué no había llegado a la NBA.

El draft de 1985, en el que Pat Ewing fue Nº 1, trajo a la Liga Nacional a varios jugadores, en distintos tiempos: Mario Elie, Mike Schlegel, Carey Scurry, Derrick Gervin y, también, a Richie Adams. El mismo día que Washington Bullets lo seleccionó en la cuarta ronda fue detenido por intento de robo de un auto, en New York. Tenía 22 años. Por desgracia esta será tan sólo la primera de una serie de detenciones por robo.

Cuando se incorporó a San Andrés, con Heriberto Schonwies como DT, Richie era muy flaco, no medía más de 2.06 metros, y jugaba de ala pivote a la antigua, sin tiro de larga distancia. Sacaba un gancho zurdo, corto, con todo el brazo estirado. Muy efectivo, aunque poco ortodoxo.

No había control antidóping en la Liga Nacional, la marihuana y la cocaína tenían precio barato en el mercado de la fantasía, más la aceptación de mujeres jóvenes y de raza blanca, cerraban el círculo ideal de la mayoría de los extranjeros afroamericanos que jugaban al básquet en nuestro país.

Richie tomaba cerveza en la puerta del club, en pleno invierno y apenas con una camiseta sin mangas. Estaba siempre pasado. La droga ya le había quemado la cabeza”, contó un vecino de Villa Ballester; “Tanto se drogaba que una vez se tiró un plato de harina en la cara pensando que era cocaína”, aseguró otro. Y así hasta que terminó la temporada: 31 partidos y 19 puntos de promedio. Luego regresó a su país y posiblemente no haya jugado nunca en otra liga profesional, salvo en las calles del Bronx.


Adams vuelve a los playgrounds y empieza a inscribir cada vez más seguido su nombre en la sección “policiales” de los diarios de New York: en septiembre de 1988, robo a mano armada a una mujer en un cajero automático y 15 días después arrebato de una cartera, que lo llevan a prisión. Sale en libertad bajo fianza pero en abril de 1989 le intenta robar una cartera en la Estación Central de New York a una señora de 68 años. Lo agarran y a la policía le resulta fácil identificarlo porque llevaba la sudadera de la UNLV.


The New York Times, en 1991, publicó que “el hombre que una vez llevaba la camiseta Nº 31 como jugador estrella de los Rebeldes de UNLV, en la actualidad luce el Nº 89T2957 sobre una chaqueta naranja de una prisión remota en lo profundo de Estados Unidos”.


Reclutado por la Benjamin Franklin High School y criado en pleno corazón del Bronx, pronto lo apodarían 'The Animal' por su forma salvaje de entender el juego. Le gustaba ante todo defender y pegarse por cualquier balón que no fuera suyo o de sus compañeros, y esto lo hacía a las mil maravillas. En los patios del Bronx se había hecho famoso por lo que mejor y más adoraba hacer: sacar el balón fuera de las vallas a base de tapones, ni de arrastre ni de presión: de auténtico manotazo y a ser posible con el puño cerrado.


Fuerte y muy aguerrido, hacía habitualmente gala de un extra de motivación en su juego : una fuerte estimulación artificial, la cocaína (a la que se enganchó a muy temprana edad), desatada sobre una adrenalina salvaje, una suma explosiva.


Puede que Adams no fuera más que voluntad; sin una musculatura excesiva pero tremendamente fibrosa, era muy superior al resto por fuerza y estatura en el trabajo sucio realizado en plena calle: la defensa total en el pozo del aro, donde aguardaba a los rivales más altos, a los que gustaba taponar una y otra vez, y de no lograrlo, obligarlos a fallar para capturar su rebote, donde igualmente sobresalía.


Todos apuntaban a la feroz resolución de 'The Animal' como el motivo por el que era tan respetado en las calles. Nunca por los estudios, apartados de una vida prácticamente concentrada en el juego sobre el pavimento y más allá, en los oscuros rincones donde poder hacerse con una dosis cada vez mayor. Pero siempre en la calle y nunca más allá del sur del Bronx, donde aún hoy se le considera una auténtica leyenda.

Es raro encontrar en la mitología urbana tipos que no despuntasen por la anotación o los mates salvajes; pero en Adams encontramos a una estrella del cemento armado, un Ben Wallace natural que exhibía una dureza fuera de lo común.

Casi nadie se explica cómo consiguió salir ileso de la escuela para terminar enrolándose en la UNLV, donde obtendría nada menos que dos galardones de Jugador del Año en 1984 y 1985.

Pero todo aquel excelente trabajo a las órdenes de Jerry Tarkanian, su técnico, todo aquel esfuerzo por escapar incluso de sus hábitos, no se vería recompensando finalmente en una buena elección del draft. Y todo se vendría abajo.


Greg Marius, fundador del Entertainer's Basketball Classic, torneo de verano que reúne en el Rucker Park a celebridades de la calle, college y la propia NBA, dice de él que "tenía talento de all-star, de veras. Podía sobre todo taponar, tomar rebotes e incluso driblar, algo así como el Kevin Garnett de hoy en día. Pero tenía un problema, el hábito a las drogas".


Quienes lo vieron jugar saben que de no haber sido por ellas, puede que todavía hoy estuviéramos disfrutando de su potencial, porque físicamente era superdotado y seguramente apreciado en la NBA de nuestros días. "No podía creer que fuera adicto porque era muy difícil creer que alguien con ese nivel de juego pudiese estar enganchado a las drogas".

Cuenta el periodista Ben Osborne que muchos de sus seguidores, chicos en su mayoría del mismo Bronx, no supieron nunca de su terrible adicción porque a Richie se le empezó a perder la pista en los tardíos ochenta, cuando acostumbraba a estar ya a la sombra. Y sus pocos amigos creían que marchaba al norte a seguir batiéndose con los más duros del hierro interior.


"Tenía talento ilimitado. Tenía esa clase de capacidad. Podía jugar duro, con mucho rebote. Y tenía un buen tiro de vuelta", dijo Tarkanian.

Pero todos los intentos por encarrilarlo serían inútiles, en septiembre de 1996 fue encontrado culpable por el crimen de una joven de 15 años en un complejo de viviendas situado al sur del Bronx.


Finalmente fue condenado por homicidio en segundo grado, homicidio involuntario al quedar probado que su intención no era matarla. Con lo cual la condena fue rebajada de 35 a 25 años de prisión, que todavía cumple en la actualidad. Una verdadera pena, porque este chico, Richie Adams, en otra vida bien remota a la suya, iba para estrella del juego sucio.

Su abogado Jerry Vázquez intentó sin éxito convencer a los miembros del jurado de que la identidad de una huella digital encontrada en la puerta del departamento era la del verdadero asesino. Pero el jurado terminó por desestimarla y fue implacable con él, como su propia vida, que con un poco de suerte volverá a retomar en los años veinte del presente siglo. Nunca nadie más fue detenido por aquel crimen.

Cuentan que actualmente Richie "The Animal" Adams nunca deja de rezar en una celda de pocos metros. Es probable que él la matara pero lo que sí es seguro es que aquel día también murió el "animal" que llevaba dentro para este deporte. Hoy es un preso más. Uno más entre rejas.

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